jueves, 3 de mayo de 2007

LAS CAMPANAS YA NO DOBLAN


Recuerdo la profunda impresión que me causaba en mi infancia la torre de la iglesia de mi pueblo. Comparándola con las casas más altas me parecía que se elevaba hasta las mismas ventanas del cielo. Tenía la solidez de una roca, y nunca la vencieron los más furibundos elementos atmosféricos. Pero, sobre todo, lo que de verdad me conturbaba era la sinfonía de las campanas en la procesión de la misa de la fiesta del pueblo; dos campanas que hacían por doscientas al ser acariciadas por las manos de los expertos campaneros, que rítmicamente volteaban la mayor con su inimitable tan-tan, tan-tan, tan-tan y la pequeña se empeñaba en expandir su talán, talán, talán, resonando armoniosamente en muchas leguas a la redonda.


La gente del pueblo... ¡Le debía tanto a sus campanas! Nadie podría vivir sin ellas. Eran el medio más eficaz de comunicación de aquella época, en la que apenas había relojes ni aparatos de radio, y si algún periódico llegaba hasta allí, lo hacía con tres días de retraso. Las campanas de mi pueblo nos hermanaban a todos: en las alegrías, en los trabajos, en los peligros, en el desconsuelo. Y para transmitir todos esos sentimientos siempre disponían de la melodía más atinada. No olvido cuando recibían a los segadores que regresaban de Castilla, después de más de un mes de una vida de perros, y los pequeños nos llenábamos de una gran alegría al recibir los ansiados trocitos de pan blanco -lo escatimaban de su ración diaria- que nos sabía a roscón celestial acostumbrados como estábamos al pan negro, de centeno, que tampoco abundaba. Las campanas llamaban a concello para rehacer caminos arrasados por las turbulentas tormentas del verano o para retirar la nieve que taponaba las puertas de las casas y de las cuadras. Los aldabonazos para sofocar incendios u otros peligros sonaban a rebato, y de esta manera si alguien se encontraba laborando en el campo, de inmediato salía a la carrera para echar una mano. Muy de niño, mi madre me contó: "Hijo, el abuelito se fue al cielo". Entonces no entendía cómo para ir al cielo se podía despedir a uno con tanto lamento y con tañidos tan lastimeros.

Hace ya mucho tiempo que por oleadas nos fuimos marchando del pueblo en busca de horizontes más atrayentes. Otros se agarraron a sus raíces hasta el último aliento. Hoy, de aquel pueblo tan fraternal, tan solidario, sólo quedan unos pocos vecinos con muchos achaques. En los caminos campan los silvarales, en los montes ya no quedan pinos por incendiar. Los magos de las campanas fueron también desapareciendo. Ya nadie las campanea como antaño; mas ellas continúan impertérritas en el tiempo, saludando al viento, a la lluvia, al sol y a las estrellas, y guardan con celo maternal su magia, su esencia y su encanto. Y siguen esperando a que una mano amorosa las vaya a doblar.

3 comentarios:

Frizork dijo...

Me gusta mucho ese relato. Y si que queda muy bien la foto ahí, no podria ser más adecuada. Hace bastante tiempo que no voy a ver esa iglesia con sus campanas, ya va siendo hora de volver...

Saludos

Anónimo dijo...

Gracias por este relato lleno de pasión y de razón.
Tenemos que poner más atención y afinar el oído. Ellas son el último vestigio de aldeas que, como la vuestra, fueron en otro tiempo hervidero de vidas y de historia.
Las campanas tienen algo mágico. A mí me fascinan.
La última vez que fui a Santa Olalla me puse a tocarlas con ahínco; pensé que no ocurriría nada, estando el pueblo semihabitado por dos únicas personas. Pero, en seguida, llegó El Gafas con su escopeta y me dijo algo muy sabio: "las campanas son sagradas".
Cuánta razón tuvo él entonces, cuánta razón tienes tú ahora.

Anónimo dijo...

Me parece muy bien el relato de las Campanas, las describes exactamente como eran, sus funcines, lo que significaba para nosotros.
El relato del tren está bien, pero yo le añadiría la subida de Villamartín, no se si te acuerdas que en esa cuesta los mercancías le costaba tanto subir como a algunos ciclistas el Tourmalet y nosotros en esos momentos cantabamos esta coplilla: "puntas traigo, puntas levo da estación se Sobradelo y..............."
Resumiendo un notable alto.
Angel